martes, diciembre 19, 2006

4

hay un viejo florero de vidrio sobre la mesa,
claveles un tanto marchitos.
un plato blanco manchado de ceniza y tintes nácar.
un mazo de cartas amarillentas al cual le faltan el dos de oro
y el dos de copa.
una llave sin dueño ni cerradura.
una carta escrita con tinta azul, probablemente de bolígrafo barato.
una copa con restos de líquido, no sentí su sabor al beberlo.
una mosca que inspecciona y remonta vuelo.
una niña sentada mirando el muro,
esperando que caiga.
tiene ojos pardos, dientes que se esconden,
heridas que brotan.
algunos días se siente bonita,
otros días es hermosa.
a veces canta y a veces duerme.
en ocasiones para morir, o para soñar.
el teléfono suena pero es equivocado,
la puerta toca pero es sólo por limosna.
mira por la ventana y el mundo sigue girando.
cuando cierra los ojos desea que se detenga.
es de tez muy pálida y casi nunca sonríe.
si le preguntan por qué, es que está imaginando.
cuando habla las montañas tiemblan,
pero sólo las aves la oyen.
y cuando sueña el mundo es una fiesta,
pero ella no está allí para verlo.

sobre la mesa no hay nada, sólo recuerdos de días que se marcharon.
hay polvo y olvido,
y una carta que dice adiós.

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